Cambio de Guardia

El nuevo Presidente

   En medio de la euforia de sus partidarios y de muchos que no lo fueron, ya es Presidente de México Andrés Manuel López Obrador.

    El tono de los discursos en la toma de posesión, en la ceremonia en el Zócalo de Ciudad de México y en la tradicional ceremonia con las Fuerzas Armadas ayer en el Campo Marte es el mismo.

   No sólo mantiene los temas de los discursos más agresivos de la campaña, sino que los amplia con adjetivos y descalificaciones que parecen provenir todavía de un candidato, no del Jefe del Estado, el Jefe de las Instituciones de la República.

   Es comprensible que a dos días de tomar posesión parezca no asumir la responsabilidad que tiene ya para 124 millones de mexicanas y mexicanos, no sólo hacia sus partidarios.

   Se entiende que la poderosa voluntad que le mantuvo en campaña durante más de 20 años y que le permitió vencer a todos sus adversarios para llegar a la Presidencia, mantenga la inercia de lucha.

   Muchos dicen que llegó la izquierda al poder. No estoy tan seguro. Creemos que llegó Andrés Manuel López Obrador al poder, con un cortejo de veteranos y bisoños que, por más que quieran, no podrán evitar que intente llevar a cabo su proyecto de Nación.

    Sería ingenuo esperar que no intente llevar a la Nación al modelo político y económico que se ha trazado, uno que corresponde al México de la Presidencia omnipotente, como se ha dicho en estos espacios, pero también al establecimiento al Estado de Bienestar que en México se vino construyendo hasta los años setenta.

   Eso supondrá el desmantelamiento de mucho de lo que institucionalmente tenemos hoy. Su ventaja es que no tiene contrapesos, aunque los mediocres liderazgos panistas pretendan serlo. Los únicos contrapesos están en el Poder Judicial. Pronto sabremos de qué están hechos.

   El otro rasgo inquietante es que ha repetido en sus primeros días como Primer Mandatario que él recorrerá la República. Pareciera que seguirá en permanente campaña, para mantener viva la flama del entusiasmo de millones que más que partidarios parecen ser sus feligreses.

   El problema es si el gabinete Presidencial tiene la calidad como para dejar en manos de ellos la tarea de administrar los asuntos de la República.  Vicente Fox lo intentó, pero para gozar de las frivolidades del poder, por comodidad, al final fracaso y vanamente intentó corregir.

   El reto para el Presidente López Obrador es que ha elevado muy alta la vara de las expectativas, demasiado alta, diríamos nosotros.