La política nos refleja

  Quienes impulsaron la transición democrática, como los buenos vendedores, exageraron las virtudes de la democracia y nosotros creímos que de verdad sería la panacea para todos los males de la República.

  La transición democrática, debe reconocerse, ha fortalecido el rol de los ciudadanos y las ciudadanas no sólo en la libre renovación de sus autoridades y en la ordenada transmisión del poder, sino también el rol que desempeñan las organizaciones de la sociedad civil que expresan los diversos y tan contradictorios intereses que coexisten en esta nación de más de 120 millones de habitantes.

  Desafortunadamente persiste el discurso, interesado, por supuesto, que, aferrados a la sistemática crítica a la política, a los políticos y a las instituciones, se atreven a decir que por el quehacer de los políticos “el país se pudre”.

  No seamos ingenuos, la discordia, las diferencias, la costumbre de privilegiar los intereses electorales por encima de los del interés general, y todas las consecuencias en el quehacer de la política y en el quehacer gubernamental, son naturales en la democracia.

  Porque al final de cuentas, la política democrática, como actividad humana, no puede eludir que en ella se manifiesta la condición humana de los actores políticos, lo mejor y lo peor de cada uno.

  Esa es una realidad. Quien diga o prometa otra cosa es un mentiroso.